Saturday, December 29, 2012

AMÉRICA CENTRAL: Sangre azul: ¿condición del poder?



Las alianzas matrimoniales constituyen la clásica maniobra de los “nobles” para afianzar sus dinastías y, con ello, asegurar la continuidad del linaje y la legitimación del poder

Por: SUSADNY GONZÁLEZ RODRÍGUEZ (inter@bohemia.co.cu)
(03 de junio de 2011)
Hace alusión a las dinastías latinoamericanas
(Caricatura: Blanquito)
¿Quién manda ahora en Nicaragua? De boca en boca corrió la interrogante después que los disparos del joven Rigoberto López alcanzaron el cuerpo de Anastasio Somoza García, el 21 de septiembre de 1956. Aún no abandonaba este mundo y dos cabezas frescas le manaban al régimen pinolero: Luis y “Tachito”. Nacía así la segunda dinastía nicaragüense del siglo XX, tan rica y poderosa que estudiosos aseguran formó un Estado dentro del Estado. La primera fue la de los Chamorro.
La humanidad ha padecido la metamorfosis de no pocos clanes, como los Díaz Durán, Meléndez-Quiñones, Somoza-García o los Chamorro. “Sectas” que, en pos de la continuidad de la sangre y el linaje, irradiaron su nepotismo hasta poseer el control de la nación. ¿Cómo? Las alianzas matrimoniales (sin obviar las estrategias de negocios y las relaciones endogámicas) constituyen clásicas maniobras para legitimar las élites del poder, un fenómeno muy peculiar de Centroamérica.
Desde su establecimiento en el istmo, durante la colonia, hasta los recientes procesos electorales, las redes familiares han estructurado una organización oligárquica. Por la vía de los gobiernos dictatoriales, en la década de los 30; a través de la militarización y la contrainsurgencia, en los 70; y por la llamada senda democrática, en los 80 y 90. No importan los vuelcos de la política y la economía. Se reciclan y mantienen su hegemonía en la región. Demos un vistazo, con la suspicacia que esgrime un refrán: “En cuestión de árboles genealógicos, es más seguro andarse por las ramas que atenerse a las raíces”.
Dinastía de los conquistadores
Hace alusión a las dinastías latinoamericanas
(Caricatura: Blanquito)
La zona de las denominadas banana republics abarca, de norte a sur, a Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. No se incluyen ni Belice (por sus nexos históricos con Gran Bretaña), ni Panamá (por haber pertenecido a Colombia hasta su independencia, en 1903).
Con el pretexto de la lejanía, los conquistadores españoles exportaron hacia América el patrón familiar y los lazos de parentesco. La presencia de otros grupos raciales los obligó a casar a sus hijos con los hijos de sus amigos. Y gracias al afán por mantener la pureza de la raza, sus descendientes mandan todavía. Para algunos académicos la pretendida supremacía social a ambos lados del océano explica el actual desorden político, económico y cultural del territorio, otrora capitanía de Guatemala. Irracionales divisiones —instituidas mientras establecían las zonas de influencia— esclarecen, tal vez, por qué El Salvador no tiene hoy salida al mar Caribe y Honduras apenas posee una pequeñita costa en el litoral del Pacífico.
Un repaso a los árboles genealógicos de los colonialistas del istmo prueba que no pocos de sus parientes ejercieron puestos públicos, ya sea por nombramientos “de dedo” o por elección. A la mayoría de los presidentes ticos les corre “sangre azul” por las venas, y todos comparten lazos sanguíneos. Distinción que deben a los conquistadores Cristóbal de Alfaro y Juan Vázquez de Coronado. Sus castas se entroncan y no son la excepción. Las uniones por conveniencias pululan entre familias peninsulares. El descubridor del río San Juan y del lago de Nicaragua, Alonso Calero, fue suegro de Hernán Sánchez de Badajoz, conquistador de Costa Rica.
Las sociedades donde abundan las etnias indígenas fueron más proclives a la endogamia en América Central, asegura en una investigación el catedrático costarricense Samuel Stone. El matrimonio entre primos hermanos proliferó menos en Costa Rica —la población autóctona siempre fue pequeña— que en su vecina Nicaragua. Aunque esa tendencia ha ido cambiando. Stone da fe de una familia nica donde primos hermanos han contraído nupcias entre sí durante cinco generaciones, unión que requiere incluso el permiso del Vaticano. No es extraño entonces que haya quienes cuenten con alrededor de 400 primos. Sin importar cuántas generaciones separen a unos de otros, los antepasados de abolengo se reúnen en naciones como Costa Rica, para celebrar el parentesco.
Pactos elitistas
Estatua de Juan Vázquez de Coronado
La mayoría de los presidentes
costarricenses comparte lazos
sanguíneos, condición que deben
a los conquistadores Cristóbal
de Alfaro y Juan Vázquez de
Coronado
(Foto: Internet)
Semejantes resultan las genealogías de las familias aristocráticas salvadoreñas y guatemaltecas. Las de la tierra del quetzal parecen ser, por su solidez, las más poderosas de la región, a juicio de la académica Marta Elena Casaús. Muy sonados son allí los apellidos Arzú y Aycinena.
Párrafo aparte merecen los Díaz Durán. A pesar de no ser ni la más extensa ni la más poderosa, sobrevivió a los avatares de la historia, readecuándose a las nuevas corrientes ideológicas del momento, sin perder influencias. Importaron, a riesgo de chocar con el pensamiento tradicional, patrones culturales y de vida que suponían una clara innovación en la sociedad centroamericana. Su estrategia de expansión los llevó de El Salvador a Guatemala, donde la fusión con lo “que más vale y brilla” de las élites dirigentes la convirtió en una suerte de consorcio en materia política, diplomática, económica, militar y académica.
Perentorio fue el desempeño de no pocos de sus miembros en períodos de transición política. Joaquín Díaz Durán y Aguilar se destacó como ministro de El Salvador. A su labor mediadora se debe la firma del Tratado de Paz y Amistad entre Guatemala y El Salvador. Del matrimonio de su hija Ana Josefa con un primo hermano salió la línea troncal Díaz Durán y Durán. Produjo el mayor número de políticos, diplomáticos e intelectuales en El Salvador, Honduras y Guatemala.
Entre los guatemaltecos que han marcado la política exterior salta el nombre de Fernando Andrade Díaz Durán, artífice de la política de alianzas que sacó a su país del aislamiento internacional en que se encontraba desde 1978.

Cepa notoria fue también la de los Meléndez-Quiñones en El Salvador. Comenzó en 1913 y acabó en 1931. La lista la encabezó Carlos Meléndez (gobernó entre 1913 y 1918). Este, por motivos de salud, cedió la primera magistratura a su cuñado Alfonso Quiñones Molina, quien arribó al “trono” en varias ocasiones, unas veces provisionales, y otras, elegido. De su gestión se recuerda la masacre de la primera manifestación femenina en el país. Tras la muerte del primogénito le sucedió, gracias a un fraude electoral, Jorge Meléndez. En esta célula hasta el médico particular calentó, un poquito, la silla. Con cartas credenciales como ministro de Guerra, Pío Romero Bosque abrazó la presidencia, gracias al apoyo de la familia a quien prestaba servicios. Durante su mandato tomó medidas contrarias a los intereses de los Meléndez, lo cual obligó a la oligarquía a un fallido golpe de Estado en 1931. Acababa así el reinado de esta casta.
Sectas pinoleras
Fernando Andrade Díaz Durán
Fernando Andrade Díaz Durán,
figura ineludible para Guatemala
en el proceso de transición de los
gobiernos militares
(Foto: Internet)
La madrugada después del atentado que mantenía convaleciente al general Anastasio Somoza, sus herederos organizaron una redada de opositores al régimen. Todas las cárceles de Nicaragua, algunas improvisadas, se llenaron, especialmente de políticos —presidentes en potencia—, bajo la excusa del magnicidio. La operación era un señuelo mientras el Congreso Nacional investía como presidente de la nación al ingeniero Luis Somoza Debayle, y este a su vez nombró como Jefe Director de la Guardia Nacional en plenitud a su hermano menor, el entonces coronel G.N. Anastasio Somoza Debayle, Tachito.
En 1967, con la muerte de Luis, su hermano Anastasio extendió el régimen hasta su derrocamiento, en 1979. Falleció en Asunción, Paraguay, tres años más tarde. Desde los disparos al sátrapa que organizó el crimen de Augusto César Sandino hasta la expulsión del último Somoza transcurrieron 23 años.
Otros que le han tomado el pulso al país es la familia Chamorro. Siete veces ha desfilado por la presidencia, después de que el sevillano Diego Chamorro de Sotomayor se asentara en el istmo, a mediados del siglo XVIII. La característica de esta prole mestiza no ha sido precisamente la fuerza intelectual. Los generales o caudillos que fundaron ese clan de cabeza rapada —significado de Chamorro— parecen hombres de acción, aseveran los investigadores. Cuando no han sido ni lo uno ni lo otro se han inventado esos rangos en su afán por amasar el poder político.
La condición de bastardo no le impidió a Fruto Chamorro Pérez inaugurar la vetusta tradición familiar de erigirse en jefes de Estados (de 1835 a 1855), gracias al reconocimiento, en plena agonía de muerte, de su padre Pedro Chamorro. A él le deben el título de Presidente de la República, que sustituyó por el de Director Supremo del Estado, y el cambio de Estado de Nicaragua por el de República. Su “bondad” respondía solamente al interés por recetarse cuatro años de mandato. El destino, sin embargo, le permitió gobernar los dos que le tocaban, según la Constitución de 1838. En 1875, uno de sus hermanastros, Pedro Joaquín Chamorro Alfaro, se colgó la banda presidencial. Los historiadores lo recuerdan con benevolencia. Durante su administración se gestó la construcción del ferrocarril y la operación del telégrafo.
En 1893, el golpe de Estado del liberal Santos Zelaya interrumpió la cadena, y estableció una dictadura de 16 años. La invasión norteamericana que puso fin a esa era devolvió a los Chamorro a la palestra, en la figura del general Emiliano Chamorro Vargas, conocido como El Cadejo. Cuatro años después, en 1921, su tío segundo, Diego Manuel Chamorro Bolaños, se coronó dignatario hasta su muerte, solo dos años más tarde. Lo sustituyó otro pariente suyo, Rosendo Chamorro Oreamuno. Más cercano en el tiempo una mujer tomó las riendas del gobierno nicaragüense (1990-1997). Para no desentonar también llevaba el sello dinástico: Violeta Barrios de Chamorro.
Luis Somaza Debayle
Anastasio Somoza García
Tras la muerte de Anastasio Somoza, sus herederos despejaron todas las dudas sobre quién gobernaría Nicaragua, e iniciaron así una poderosa dinastía que duró 23 años de gobierno dictatoria
(Foto: Internet)
Las gestiones de esta red social se extienden, incluso, más allá de las ansias políticas. Incluyen al llamado cuarto poder: la prensa. Desde que, en 1932,Pedro Joaquín Chamorro —el mismo que ocupó la primera magistratura en 1875— se hizo con el control total de uno de los rotativos más importantes del país, La Prensa,no hubo marcha atrás en el empeño por convertirse también en representantes oligárquicos de los emporios mediáticos, al punto de poseer hoytantas publicaciones como sus millonarios ingresos le permiten. Controlan al decano La Prensa, y hasta hace poco al Nuevo Diario, los dos periódicos supuestamente independientes de la nación. El primero lo dirige Jaime Chamorro Cardenal, hermano de Pedro Joaquín y Javier, y el segundo lo dirigía Francisco Chamorro, hijo del último, quien recientemente hizo pública la noticia de su venta. La arbitrariedad de la conocida Fundación Chamorro llega al extremo de premiar a sus propios medios de comunicación.
Como otra tentativa de repetir la tradición dinástica del territorio proyectan algunos medios extranjeros, entre líneas, el divorcio de “mutuo acuerdo” que el presidente guatemalteco Álvaro Colom pactó con su esposa, Sandra Torres, después de varios años de casados. No es secreto que la ruptura le abrió a Torres las puertas a la candidatura presidencial, decisión que según ella “obedece a un clamor de la sociedad guatemalteca”. Para Colom, “los intereses de Guatemala son superiores a su matrimonio”. Sobre todo si trata de salvar la continuidad del proyecto político socialdemócrata a través del partido UNE, que ambos fundaron en 2006. La historia dirá la última palabra.
Pedro Joaquín Chamorro
Emiliano Chamorro Vargas
Violeta Chamorro
Siete veces ha desfilado por la presidencia de Nicaragua la familia Chamorro, que pretende ahora, con su emporio mediático, dominar el llamado cuarto poder: la prensa
 (Foto: Internet)
Al menos la historia de Centroamérica da fe de que tales relaciones no se dan por casualidad. Muchos de sus personajes apelan a la expansión regional y, en medio de las crisis económicas, a la diversificación de su producción. Acuden a su entramado de relaciones sociales. Cuando los tiempos pintan a favor de la democracia e integración política y económica, reelaboran sus discursos. Pero siempre teniendo como máxima la condición de la “sangre azul”, esa condición de la “nobleza” que le concede en bandeja dorada la prerrogativa del poder.

No comments:

Post a Comment