LOS GREMIOS Y SINDICATOS DE LA MEDICINA Y LOS NUEVOS DIPUTADOS TIENEN LA PALABRA |
El país ha trabajado para lograr la estabilidad macroeconómica, pero
no el crecimiento. México realizó las reformas hacia afuera aunque la
agenda de reformas internas ha quedado trunca. Mover intereses y
eliminar privilegios demuestra ser una labor titánica. La economía
mexicana vive y opera con las estructuras corporativas que sustentaron
el modelo de sustitución de importaciones, afianzadas en privilegios,
prebendas y prácticas rentistas muy alejadas de la idea de competencia y
modernización que supone una economía abierta. Existe un desfase
absoluto entre las reglas del juego que tienen que ver con el mercado
externo –motor del crecimiento– y aquéllas para el interno, que siguen
manteniendo privilegios a costa del crecimiento de la economía nacional.
Ya está visto que para crecer más, México requiere impulsar su
mercado, lo que no se hace por decreto sino creando las condiciones
propicias para promover inversiones productivas que generen nuevos
negocios, empleos bien remunerados y mayor consumo interno. Ello
requiere avanzar en una agenda de reformas pendientes en una diversidad
de áreas desde la fiscal y energética hasta la laboral y política. Pero
mientras la clase política está enfrascada en cuidar su futuro electoral
y las reformas siguen en el tintero, la pregunta es ¿qué hacemos? Ante
el impasse legislativo la única vía es la acción.
En primer lugar es urgente "democratizar" el mercado interno a través
de una mayor competencia. México necesita promover verdaderas
condiciones de mercado en el sector servicios para contribuir a detonar
el crecimiento y equiparar la competencia que los productores
industriales o agrícolas han enfrentado desde el exterior vía la
apertura. La nación padece de monopolios públicos, privados, laborales,
políticos, educativos que son un pesado lastre para su economía. México
tiene servicios malos y caros en áreas como la banca, las
telecomunicaciones, el transporte (en todas sus modalidades), la energía
o la educación, por mencionar algunos, todos ellos vitales para la
operación eficiente y competitiva de las empresas. Además, el país
cuenta con un regulador débil cuya tarea titánica apenas puede cumplir.
Urge entrar al mundo de la competencia en donde las reglas propicien las
condiciones para ofrecer servicios en calidad y precios competitivos.
Apliquemos la Ley Federal de Competencia Económica con todo rigor,
permitamos la entrada de nuevos jugadores y exijamos a la Procuraduría
Federal del Consumidor mayor efectividad y eficiencia en la defensa del
consumidor individual o colectivo, grande o pequeño.
En segundo lugar, urge incrementar el acceso al crédito para detonar
actividades productivas. El limitado flujo de recurso bancario a las
empresas se ha constituido en uno de los principales obstáculos para el
crecimiento económico del país. El financiamiento en México es escaso y
caro, y en la mayoría de los casos se ofrece mediante cortos plazos de
amortización. El sector financiero local salió bien librado de la caída
de Wall Street en 2008 resultado, entre otras cosas, del limitado nivel
de penetración de la banca. En México, sólo 11% de las empresas cuenta
con alguna línea de crédito, mientras que en Brasil el porcentaje es de
65% y en Perú de 70%. El crédito a las Pymes se encuentra estancado
desde hace una década. De acuerdo con cifras de la Secretaría de
Economía, en los dos últimos años sólo 8.7% de las nuevas empresas
obtuvo préstamos de instituciones bancarias. En 2010, el financiamiento
total de la banca comercial al sector privado fue de 14.6% del PIB, muy
lejos del 35.1% que significó en 1994. Desde el Ejecutivo se pueden
impulsar diferentes alternativas de verdadero acceso al crédito para la
población en general y el sector productivo, en particular, en
condiciones competitivas.
En tercer lugar, urge implementar una política de desarrollo a largo
plazo bien definida y orientada a fortalecer la producción nacional.
México ha garantizado condiciones macroeconómicas estables, condición
necesaria pero insuficiente para crecer y menos para desarrollar el país
y reducir desigualdades. La secretaria general de la Comisión Económica
para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena, nos recuerda que para el
crecimiento y el desarrollo se requiere la "planificación estratégica de
políticas de largo plazo" así como el diseño de instrumentos adecuados
que afronten los desafíos estructurales. Ya se ha demostrado la
ineficacia de programas de gobierno que apoyan a las Pymes de manera
individual. El análisis de la cuenta pública 2009 de la Auditoría
Superior de la Federación mostró que de las 5.14 millones de unidades
productivas en el país en ese año, sólo 10,782 (0.2%) recibieron
recursos del Fondo Pyme de la SE, creando sólo 281 nuevos empleos
formales. La idea no es apoyar de manera individual a cada empresa,
nunca terminaríamos. Para crecer hay que priorizar sectores con
perspectivas competitivas y efectos multiplicadores como el aeronáutico o
el turístico, y focalizar en ellos los apoyos del gobierno. Debemos
definir nuestras prioridades y mantenernos firmes en el logro del
objetivo sin importar el partido en el gobierno.
La economía mexicana ha crecido de manera inercial. Aún así,
analistas del banco HSBC consideran que en el 2050 México podría ser la
octava economía en el mundo. Sin embargo, no podemos ni debemos
conformarnos con la inercia; para crecer hay que actuar y exigir las
reformas que el país necesita con urgen?cia.
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