Wednesday, May 15, 2013

HOY TE LO CUENTO, MAÑANA NO SE SI ESTARE VIVO: Es preferible la delicuencia.

Es preferible la delincuencia




ANGEL OROPEZA |  EL UNIVERSAL
miércoles 15 de mayo de 2013  12:00 AM
La persona que el CNE proclamó  como presidente de la República, sin que hasta ahora haya sido posible demostrar su victoria, ha anunciado como última genialidad el lanzamiento de miembros de la fuerza armada a la calle para solucionar el problema de la inseguridad.  De una vez, lamentamos informar que el hampa ganará también esta batalla, por la sencilla razón que las causas principales de nuestra ascendente inseguridad son de naturaleza sociopolítica, y estas no se resuelven con mayor represión, sino con un cambio en las estructuras y dinámicas de funcionamiento del Estado.

Las  sociedades  adultas han recurrido a dos grandes vías  para elevar  el costo de apelar a la violencia como instrumento de resolución de conflictos, de modo que su adopción como alternativa resulte, vía disuasión colectiva,  poco atractiva. Estas dos grandes vías son, por una parte,  las sanciones legales y, por la otra, la condena social a la violencia como conducta indeseable.  Precisamente, la dinámica asociada en la Venezuela contemporánea con estas dos "columnas sociales" recrea un estilo típicamente fascista,  y ayuda a  explicar la expansión sin límites de la violencia y la delincuencia que presenciamos con indignación en el país. Por una parte,  la impunidad hacia los delincuentes supera el 94%  según cifras oficiales.  Así como el viejo patriarca adeco Gonzalo Barrios llegó a pontificar que en Venezuela la gente robaba porque no había razones para no hacerlo,  ¿cuál es el costo que le impida a un delincuente de nuestros días no recurrir a la violencia, si ella viene con su garantía estructural de impunidad?  Ya decía el famoso psicólogo B.F.Skinner que toda conducta que se refuerza se mantiene.   Pero además, esta impunidad se adosa a un discurso político que, cronológicamente demostrable, se inició con una idealización fascista de la violencia como ejemplo de expresión y participación política,  y se transformó luego en un discurso de exclusión, generador –por concepto– de intolerancia y agresión. Un discurso que convierte a las personas, de adversarios, en enemigos;  que legitima  y estimula la violencia  contra todo aquello que se oponga a "la verdad" del gobierno. Un discurso que ha legitimado así una obscena inversión de valores, al punto que la vida de las personas resulta inferior, en importancia y primacía,  a la "revolución", léase a la continuación de los burócratas en sus puestos.  Para el gobierno, pero más grave aún, para el  "madurismo"  como cultura política, la revolución es más importante que la vida de las personas.   Por eso,  la violencia de nuestros días no es algo accidental o políticamente aislado: lamentablemente, la explosión de inseguridad y de la delincuencia son consecuencia, culturalmente hablando,  al proyecto de dominación de la actual e ilegítima clase gobernante.

Atacar la delincuencia de raíz supone la adopción de ciertas medidas que el madurismo es incapaz de acometer, como –por ejemplo– el otorgamiento de la titularidad a los jueces para que no tengan que voltear temerosos a Miraflores o a alguna dependencia del PSUV a la hora de dictar sentencias;  depurar y descentralizar a los cuerpos policiales;  avanzar hacia una genuina independencia del Poder Judicial de los amarres e intereses del gobierno; desarrollar una efectiva estrategia de desarme de la población;  controlar el monitoreo delictivo desde las cárceles; adelantar una política que rompa con  la polarización social que está en la génesis de nuestra explosión actual de violencia;  migrar de un ineficaz enfoque represivo a un modelo de naturaleza epidemiológica que permita –de acuerdo con los estudios de victimización– establecer qué lugares y espacios hay que atacar, ubicar los "focos" donde se genera la delincuencia, y luego detectar y destruir los "vectores" que la transmiten, tales como narcotráfico y armamentismo.  Todas estas cosas le resultan imposibles al gobierno de Maduro, porque suponen ceder en sus niveles de control político-partidista sobre esas variables.  Así las cosas, es preferible para Maduro y sus burócratas que la delincuencia siga su cruento y criminal ritmo ascendente, antes que perder control político. Cuestión de prioridades del fascismo.

Hoy Venezuela es el 4to. país del mundo en homicidios, con más de 70 asesinatos por cada cien mil habitantes. Desde que Maduro está gobernando, ya suman más de 7.000 los venezolanos asesinados. Esto no se va a resolver con militares en la calle ni con pañitos calientes efectistas, sino con un cambio de gobierno. Porque para el actual, si las formas reales de combatir la delincuencia pasan por ceder control político, siempre va  a ser preferible que siga la delincuencia.

@angeloropeza182

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