Cuando
nos encontramos fluyendo en la dirección incorrecta, es más fácil
pensar en quién tiene la culpa, que cambiar de dirección. Piensa en ello.
Imagina que tomas un tren y tan pronto como sale de la estación te das
cuenta de que va en dirección equivocada. ¿Te enfadas y echas la culpa
al tren o reconoces tu error, te bajas en la primera estación y cambias
de andén para tomar el correcto?
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